La neutralidad climática: un objetivo muy ambicioso en un contexto de confusión en los mercados energéticos

La neutralidad climática: un objetivo muy ambicioso en un contexto de confusión en los mercados energéticos

Fecha: diciembre 2022

Eric Heymann*

Neutralidad climática, transición energética, cambio climático, energía nuclear, renovables intermitentes

Panorama Social, N.º 36 (diciembre 2022)

El artículo pone de relieve varios de los elementos centrales de las dimensiones técnica y económica de la transición hacia una economía “climáticamente neutral” que acabarán aflorando en la discusión pública europea, aunque no lo hayan hecho todavía. En términos técnicos, se trata de saber si el público y los decisores estarán abiertos a soluciones distintas de las hoy preferidas; es decir, si, a pesar de los extendidos recelos, se otorgará un papel fundamental a la energía nuclear o a las medidas de adaptación a las consecuencias del cambio climático. En términos económicos, cuanto menos, habrá que considerar seriamente los costes sistémicos de las renovables intermitentes (eólica y solar fotovoltaica)**.

La Unión Europea (UE) vive un punto de inflexión histórico en cuanto a la estructura y la seguridad del suministro energético desde el comienzo de la guerra de Rusia contra Ucrania. La UE ha logrado reducir la dependencia de las importaciones de energía de Rusia importando más de otros países y con ahorros masivos de energía. Las recientes turbulencias en los mercados energéticos nos han hecho más conscientes de que no cabe dar por supuesta la seguridad del suministro energético. Estos últimos meses también hemos visto que los aspectos medioambientales del suministro de energía pueden perder importancia cuando las cosas se ponen difíciles, como, por ejemplo, cuando la seguridad energética está en peligro. En Alemania, sin ir más lejos, se ha recurrido más a la hulla y al lignito para generar electricidad debido a los altos precios del gas natural y a la inminente escasez física de la oferta gasística. En el trasfondo de las fricciones actuales en los mercados energéticos aún se vislumbra, sin embargo, el objetivo a largo plazo de lograr la neutralidad climática para 2050, y, con él, la cuestión de cómo conseguirlo.

El objetivo de neutralidad climática se estableció en el Pacto Verde Europeo de diciembre de 2019, que afirma que la UE se transformará “en una sociedad equitativa y próspera, con una economía moderna y eficiente en el uso de los recursos y competitiva, en la que no habrá emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050 y el crecimiento económico estará disociado del uso de los recursos” (Comisión Europea, 2019: 2). La transformación debe diseñarse “sin dejar a nadie atrás”. Eso suena muy bien. A primera vista, uno podría simpatizar con que quienes diseñan las políticas públicas establezcan metas ambiciosas. Ahora bien, no es lo mismo ser “ambicioso” que “realista”. Con respecto al Pacto Verde, parece extremadamente improbable que la UE sea climáticamente neutral por completo en menos de treinta años si solo confiamos en las tecnologías que están disponibles y son políticamente aceptables hoy. La meta de la neutralidad climática requeriría durante muchos años una ingente reducción en el consumo de energía, factor decisivo en la ecuación. Una transición rápida hacia la neutralidad climática también significaría una depreciación del stock de capital de muchos sectores mucho antes de su vida útil habitual. Los próximos años serán decisivos. En un primer paso, la UE intentará resolver los problemas más acuciantes en el mercado energético derivados de la guerra en Ucrania. Sin embargo, también tendremos que ver si, como sociedad, estamos preparados para una discusión democrática integral sobre la neutralidad climática. Tendremos que lidiar con preguntas incómodas y con verdades incómodas. Pero si no tiene lugar esta discusión, la neutralidad climática seguirá siendo un tema de buenos discursos y promesas, evitando decir, y mucho menos hacer, algo que perjudique a alguien.

1. verdadeS incómodaS – PreguntaS incómodaS

Afrontemos una verdad incómoda: es probable que la demanda mundial de energía aumente aún más en los próximos años, impulsada principalmente por el crecimiento de la población (la población mundial crece en unos 80 millones de personas cada año) y el deseo de prosperidad. Los combustibles fósiles seguirán siendo la fuente de energía más importante por ahora. Incluso, según el último Escenario de Compromisos Anunciados (APS, según sus siglas en inglés) de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, según sus siglas en inglés), en el que los objetivos políticos “se logran en tiempo y forma, ya sea que se relacionen con el cambio climático, los sistemas energéticos o los compromisos nacionales en otras áreas, tales como el acceso a la energía” (IEA, 2022: 32), la participación de los combustibles fósiles en el suministro mundial de energía todavía supondría el 34 por ciento en 2050 (IEA, 2022: 239). Esto representa una enorme reducción del 80 por ciento de su peso actual. El APS espera que las fuentes de energía renovable tengan una participación del 51 por ciento en la oferta mundial de energía para 2050 (IEA, 2022: 440); los mayores aumentos se esperan en la energía eólica y la solar. Aun así, incluso en un escenario tan optimista, las energías renovables están lejos de constituir el principal pilar del suminis- tro energético mundial.

2. aPertura a (nuevaS) tecnologíaS

Una pregunta importante para los próximos años es la siguiente: ¿hablamos en serio acerca de estar abiertos a diferentes (esto es, nuevas) soluciones tecnológicas? En primer lugar, tendremos que reconocer que todas las fuentes de energía conllevan riesgos específicos y ventajas y desventajas específicas en términos de eficiencia económica, fiabilidad y capacidad, y sostenibilidad climática y ambiental. Estos son los vértices tradicionales del triángulo de la política energética. También está la cuestión de si ciertas tecnologías son aceptables políticamente.

Planteando las cosas en términos económicos, necesitaremos hablar de los costes de unas y otras fuentes de energía. Los combustibles fósiles son muy fiables y potentes, pero sus costes externos aún no están adecuadamente internalizados. Los precios del carbono tendrán que ser significativamente más altos que lo que permite hoy el consenso político, lo que conducirá a un encarecimiento de la energía. En el caso de la energía eólica y la fotovoltaica, los costes directos de la generación de electricidad (que están disminuyendo) son solo una parte del cuadro. A medida que ganen relevancia las fuentes de energías más dependientes del tiempo meteorológico (la solar y la eólica), más necesario será aumentar las inversiones en las redes de distribución y en el almacenamiento de energía. Aumentará la frecuencia de intervenciones costosas en las redes. Además, otros proveedores (por ejemplo, las centrales eléctricas de gas natural) verán disminuir la utilización de su capacidad si se alimenta a la red de más electricidad procedente de parques eólicos y solares. Todos estos costes sistémicos derivados de una mayor dependencia de las energías renovables se pasan por alto a menudo.

La energía nuclear ofrece un buen ejemplo de dificultades de aceptación política. A pesar de sus problemas de seguridad de suministro energético, países como Alemania todavía se plantean como objetivo el abandono de la energía nuclear, pese a sus bajísimas emisiones específicas de CO2. En cambio, la energía nuclear sigue siendo un pilar (importante) del sector eléctrico en Francia, Estados Unidos, China y Japón. Estos países también están investigando activamente sobre alternativas de energía nuclear de próxima generación. Que las perspectivas sobre la nuclear sean tan distintas en Alemania y en Francia seguramente sea una de las razones por las que el Pacto Verde no incluye mención alguna a la energía nuclear.

Los sistemas de almacenamiento y uso del CO2 recuperado de las emisiones de centrales eléctricas con combustibles fósiles son también bastante impopulares en la UE, aun cuando, según la IEA, serán necesarios para la descarbonización (IEA, 2022: 172, 239). El Pacto Verde también respalda las inversiones en esta tecnología, si bien el almacenamiento de CO2 encuentra una resistencia política considerable en países como Alemania.

Es importante señalar que las afirmaciones anteriores no deben tomarse como apoyo o rechazo a ninguna de las tecnologías consideradas. No obstante, si la gente teme de verdad que grandes extensiones del planeta se vuelvan inhabitables debido al cambio climático y si realmente quiere alcanzar la neutralidad climática, no deberían abominar de las tecnologías que pueden contribuir a lograr ese objetivo, incluso si conllevan ciertos riesgos. Un debate honesto sobre la neutralidad climática debería incluir evaluaciones de riesgo sensatas de las diferentes fuentes de energía, así como de las posibles medidas de adaptación al cambio climático.

3. Probablemente Sean neceSariaS nuevaS obligacioneS legaleS

Si bien la gente ha reconocido las consecuencias de la guerra de Rusia contra Ucrania y de la consiguiente reducción de las importaciones de energía procedentes de Rusia en el encarecimiento de la energía, el impacto de las políticas climáticas en la vida cotidiana de la ciudadanía ha sido bastante abstracto y, para muchos hogares, llevadero. Las políticas climáticas se presentan en forma de impuestos y tarifas energéticas más altos, lo que encarece la calefacción y la movilidad. Algunos países han establecido estándares mínimos de eficiencia energética para los edificios o normas similares en otras áreas. Sin embargo, hasta antes de la guerra las políticas climáticas no han determinado nuestras vidas. Decisiones de consumo clave –por ejemplo, si viajamos, cuánto viajamos y qué medios de transporte usamos, si vivimos en una casa grande o en un apartamento pequeño y cómo calentamos nuestros hogares, cuántos dispositivos electrónicos tenemos y con qué intensidad los usamos, o cuánta carne y frutas exóticas comemos– solemos adoptarlas en función de nuestros ingresos, no de consideraciones climáticas.

Si realmente queremos lograr la neutralidad climática, debemos cambiar nuestro comportamiento en todas esas áreas de la vida. Este deber responde simplemente a que aún no existen tecnologías adecuadas en términos de costes que nos permitan mantener nuestro nivel de vida de una manera neutral en carbono. Eso significa que los precios del CO2 tendrán que subir considerablemente para impulsar a la gente a cambiar su comportamiento. Otra opción (o quizás, una opción complementaria) es la de endurecer considerablemente las normas. Posiblemente tengamos que preguntarnos si, y en qué medida, estamos dispuestos a aceptar más obligaciones normativas para avanzar hacia la neutralidad climática. Piénsese en el siguiente ejemplo. ¿Qué deberíamos hacer si los propietarios no quieren convertir sus casas en edificios de cero emisiones, bien porque no cuenten con los medios para hacerlo, bien porque no sea via- ble por razones técnicas o porque las inversiones no compensen?

4. Pérdida de comPetitividad o reStriccioneS al libre comercio

Si la UE camina considerablemente más rápido hacia la neutralidad climática que el resto del mundo, los precios del carbono en la UE también aumentarán más rápidamente, lo cual reducirá la competitividad de las empresas europeas intensivas en energía. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio? ¿O subvencionaremos a esas empresas para que puedan utilizar tecnología más cara, pero respetuosa con el medio ambiente? Esta opción será difícil de implementar a largo plazo debido a las restricciones presupuestarias imaginables a escala nacional y a escala europea. La cuestión es que cada euro gastado en protección climática no estará disponible para gastos relacionados con la educación, la investigación, la salud pública, la infraestructura digital, la seguridad interior y exterior, las bajadas de impuestos o las subi- das de pensiones. La Comisión Europea planea introducir un mecanismo de ajuste en frontera por emisiones de carbono para abordar el problema de la competencia con bienes producidos fuera y no sometidos a las mismas cargas. Es muy probable que esto lleve a que los paí- ses afectados introduzcan “contramedidas”. De este modo, reduciríamos aún más las ventajas del libre comercio en un mundo de crecientes tensiones geopolíticas.

5. laS reSiStenciaS PolíticaS que llegarán

Nadie debe quedarse atrás en el camino hacia la neutralidad climática. Esta declaración del Pacto Verde equivale probablemente a la cuadratura del círculo. Los cambios de gran calado en las políticas climáticas producirán, sin embargo, perdedores tanto entre la ciudadanía como entre las empresas. Además, es probable que la prosperidad y el empleo sufran considerablemente. Si no fuera así, la protección del clima sería tarea fácil.

Todo ello, obviamente, tendrá un impacto político tanto a escala nacional como a escala de la UE. Algunos partidos se opondrán a políticas climáticas estrictas si conducen a un encarecimiento significativo de los precios de la energía, o a mayores restricciones de la libertad personal o de los derechos de propiedad. Esos partidos encontrarán el apoyo de segmentos más o menos amplios del electorado. A escala de la UE surgirán grandes conflictos sobre la distribución de los costes de la transición energética, lo que puede contribuir a (más) divisiones dentro del bloque. ¿Estamos preparados para hacer frente a esta polarización? ¿O reajustaremos nuestras ambiciones de política climática si descubrimos que unas políticas climáticas (excesivamente) ambiciosas no resultan aceptables para la mayoría de la gente?

bibliografía

comiSión euroPea. (2019). Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones: el Pacto Verde Europeo. COM(2019) 640 final.

international energy agency (iea). (2022). World Energy Outlook 2022. París: IEA.

NOTAS

* Deutsche Bank AG (eric.heymann@db.com).

** Traducido del original en inglés por Juan Carlos Rodríguez.

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