El poder adquisitivo de los españoles está evolucionando de manera muy heterogénea. Factores como la obtención de un empleo, la posesión (o no) de una vivienda, la percepción de un determinado tipo de rentas o el efecto de los impuestos dan como resultado colectivos mejor y peor parados, algunos con mejoras muy superiores a la inflación y otros con pérdidas netas. De cara a 2026, la moderación del mercado laboral y la persistencia de la inflación tendrán un papel relevante en el progreso de la renta disponible per cápita, una de las grandes preocupaciones de la ciudadanía europea.
